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generalmente escogían estos lugares sagrados cerca de arroyos, ríos o nacimientos
de agua para hacer cuevas y poder depositar sus ofrendas”. Para el antropólogo
Viñas et al. (2003) docente en rupestrología del ENAH, confirma “estos petroglifos
tienen cierta similitud con otros de Colombia y Ecuador, constituyendo el elemento
más interesante en materia, teniéndose registrados 245 motivos de su ser, a pesar
de la dificultad para esculpir, es obvio que aquellas gentes aprovecharon la forma
de las paredes para grabar y dejar a la posteridad sus eventos importantes, es
posible que hayan escogido ese sitio para realizar observaciones astronómicas, la
figura del tejón, el sol y otras de las figuras que se repiten tal vez representen
escudos o algo así como antifaces, estos petroglifos datan muy posiblemente del
700 al 1220 d.C., los grabados visibles desde la parte media del cerro son los más
visitados y accesibles, representan varios temas: el ritual para atraer el agua de uno
de los grupos, el registro de las sequías, algunas costumbres de la época y parte
de la fauna existente, así como la desaparición de familias enteras, tal vez por una
epidemia”.
Imágenes 20, 21 y 22 petroglifos en el Cerro del Altilte en el valle de La Huerta, fotos archivo histórico, La Huerta 2000
“De acuerdo a los estudios realizados, se sabe que esos petroglifos datan del año
900 de nuestra era, es decir, tienen aproximadamente mil años. Los visibles por su
lado posterior, hacen referencia al arribo de grupos blancos, posiblemente
españoles, y a una segunda catástrofe, el sitio donde se encuentran estos grabados
también fue un centro ceremonial de observación de fenómenos naturales y del
cosmos, así como de culto y curación y un lugar de ofrenda al agua, al fuego, al sol,
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